Las estridencias de la Dama de Hierro Chacarera
Susana Zenteno afronta un difícil momento en su gestión por las críticas tanto de sectores del oficialismo, como de la oposición. “Impuestazo», nepotismo y aumento de la planta política, los principales cuestionamientos.
En época de grietas y luchas de facciones políticas, no pasó desapercibida la ordenanza sancionada, por unanimidad, por los cinco miembros del Concejo Deliberante (CD) de Valle Viejo. Y no es para menos. Después de mucho tiempo, un proyecto trascendió las circunstanciales disputas entre oficialismo y oposición, al menos, en el plano legislativo local.
Ya sabemos que la pandemia y la depresión económica afectan a todo el mundo y, en particular, a esta región del globo. Por eso, debería ser motivo de celebración para la sociedad que el conjunto de la dirigencia –en todo el arco político comunal– alcance los consensos necesarios y se ponga de acuerdo para eximir el pago de algunos impuestos municipales a comercios de los rubros más comprometidos.
No obstante, parece que no fue así para la intendenta de Valle Viejo, Susana Zenteno, quien lejos de coincidir con los concejales (de su mismo espacio y de la oposición) salió a retrucarles que, según su percepción, “la gente quiere pagar impuestos, porque quiere buenos servicios”.
Este puede ser un argumento, si pasamos por alto ese pequeño detalle llamado pandemia. Sabemos que una sociedad necesita del pago de impuestos para que el Estado pueda aplicar políticas publicas que garanticen derechos, brinden servicios y mejoren la calidad de vida de todos los ciudadanos. Ahora bien, también es cierto que, para que un impuesto sea progresivo, el Estado debe generar mecanismos a través de los cuales la obtención de esos recursos provengan de los individuos con mayores ingresos. Es decir que, a mayor nivel de ingresos, mayor porcentaje de impuestos a pagar; en tanto que a menor nivel de ingresos –como está sucediendo en la mayoría de los rubros, excepto los supermercados– menor debería ser la carga impositiva a los contribuyentes.
En esa línea fue la iniciativa presentada por los concejales de la UCR, Carlos Luján y Javier Espinoza, y acompañada por los concejales oficialistas “Abeto” Barrionuevo, Belkys Pennise y Sergio Figueroa. Aunque –ya dijimos– es resistida con ahínco por la jefa chacarera.
Sin ir más lejos, hace pocos días, el edil Javier Espinoza exigió a Zenteno que deposite los fondos que, por ordenanza de presupuesto, le corresponden al CD para su funcionamiento, a la vez que cuestionó a la titular del municipio por varios flancos. “La intendente no está ubicada en tiempo y espacio. Hace meses que estamos atravesando una pandemia y hay gente que no ve ingresar un peso a sus comercios. Encima, ella quiere un ´impuestazo´ para seguirle pagando a sus secretarios, a su hermana, a su hija, a su esposo”, disparó.
Según el opositor, Zenteno no tuvo muchas contemplaciones a la hora de aumentar exponencialmente la planta de funcionarios que dejó su antecesor, el radical Gustavo Jalile. En este ítem, informó que se pasó de 15 a 99 jefaturas y de 30 a 60 secretarías. Un número llamativo si tenemos en cuenta que, al iniciar su gestión, criticó al “Gallo” por la deplorable herencia en las finanzas del Municipio y los nombramientos masivos durante el proceso electoral y el fin de su mandato.
Tampoco deja de llamar la atención su liderazgo y su particular estilo de construcción política. Más si analizamos las grandes diferencias evidenciadas hacia el interior de su espacio y que se expresan en los contrapuntos con el senador provincial por Valle Viejo, José Luis Martínez, y el presidente del Consejo Deliberante, Alberto “Abeto” Fernández.
Otro dato que no dejan de señalar como gravitante –tanto en Juntos por el Cambio, como en el Frente de Todos– es la enorme influencia que tiene en el gobierno y en la política del municipio el marido de la intendenta, Fernando Ravetti, a quien señalan como el hombre que “corta el queso”, metáfora lacto-gastronómica siempre usada en política.
Las idas y vueltas con los referentes de su propio espacio dificulta la gestión diaria del municipio. Porque no solo afecta los vínculos con dirigentes con responsabilidades de gobierno, ya sean del ámbito ejecutivo o legislativo; también compromete la fluida relación institucional entre el Ejecutivo Municipal, el Concejo Deliberante y la representación departamental en el Senado Provincial. Esos cortocircuitos quizás expliquen, en parte, el naufragio de muchas iniciativas importantes para la gestión de Zenteno, como la creación de una SAPEM municipal, que le valió duras criticas de sectores propios y ajenos.
No obstante, en medio de una coyuntura de catástrofe sanitaria y económica sin precedentes, la Dama de Hierro chacarera avanza sin demasiadas condescendencias ni sensibilidades. Sabe que el Municipio necesita recaudar a costa de lo que sea necesario. Como señalamos, cobrar más impuestos no está mal cuando hay capacidad contributiva para hacerlo; cuando los comercios pueden desarrollar su actividad bajo condiciones propicias; cuando hay perspectivas de crecimiento; y, sobre todo, cuando no campea ningún virus maldito, capaz de generar el mayor desplome económico conocido hasta el momento.
La suba sostenida de tributos no puede costearse a expensas del sudor y las lágrimas de comerciantes devastados por la pandemia. Mucho menos para financiar un plantel de funcionarios que creció exponencialmente luego de asumida la actual gestión y que tiene como destacados integrantes a miembros de su circulo íntimo y familiar.
Justamente la metáfora de la “Familia” es la favorita de Zenteno, a la hora de justificar lo que algunos llaman el “impuestazo” en plena recesión por pandemia. Siguiendo esta línea, argumentó reiteradas veces que así como una familia necesita de más ingresos para poder vivir, el Municipio necesita de más impuestos para poder funcionar. Lo que no queda claro –en esta dinámica de gestiones públicas con intereses privados– hasta qué punto la analogía es un figura retórica o la más literal realidad.
En tiempos de desolación e infortunios, la sociedad demanda que sus líderes den claras señales de templanza, empatía y austeridad. Las Cortes pomposas como las de Versalles quedaron atrás con el absolutismo monárquico en el siglo XVII, aunque todavía haya algunos que le cueste entender.
Continuará…
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