Un «New Deal» con aroma a jarilla

En el auditorio de la UNCA, el ministro Martín Guzman declamó las bases filosóficas de su concepción de la economía e ilusionó con la recuperación post pandemia. Con el Estado como motor de la reactivación –y la obra pública y la minería como protagonistas centrales– hay que defender la mano de obra, las empresas y proveedores catamarqueños. Keynesianos sí, pero con poncho y ‘ashrastrando’ las ‘ershes’. 

No hay muchas dudas: 2020 ha sido el año del regreso mundial de las ideas de un tal John Maynar Keynes. Sí, aquel economista inglés, ideólogo del resurgir de Estados Unidos, luego de la Gran Depresión de 1929, del que muchos políticos se acuerdan cuando cruje la economía. 

El keynesianismo tuvo sus años de auge luego de la Segunda Guerra Mundial, durante el llamado “Estado de Bienestar”. Sus postulados establecen que, cuando la economía ingresa en un período recesivo (como el actual), los gobiernos deben admitir la expansión y el déficit presupuestario como herramientas para alentar la irrupción de un nuevo círculo virtuoso y mantener así el pleno empleo.

Como suele pasar cuando hay una crisis de escala global –mal que le pese a los extravagantes economistas “libertarios”– los gobiernos de muchos países, sobre todo de los más desarrollados, han dejado la austeridad a un lado y están dispuestos a intervenir en la economía con una impresionante batería de recursos. 

Es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos. Su Congreso ya aprobó el plan de estimulo económico de John Biden, que prevé inyectar 1,9 billones de dólares. Ese programa entregará cheques por 1.400 dólares a familias de bajos ingresos y ayudará a pequeñas empresas golpeadas por la pandemia. La Unión Europea tampoco se quedó atrás y, sin ir más lejos, Alemania presentó el mayor plan de reactivación económica de su historia, quebrando la norma constitucional que le exige un equilibrio presupuestario. “Populismo a la Merkel”, protestarían algunos, horrorizados de los “salchi-planeros” con chucrut y cerveza bávara. 

La “Doble Crisis” Argentina

En Argentina, el gobierno también entiende la necesidad de una  profunda intervención del Estado. Le pasó en 2003 a Néstor Kirchner (con Alberto Fernández como jefe de gabinete), luego de la catástrofe de 2001, y le vuelve a pasar ahora con Alberto como presidente, luego de la experiencia macrista. El problema es que el país ya venía de una depresión. Y lo que hizo el coronavirus es sumarle una depresión más grave a la depresión preexistente. Entonces, medidas que podían ser razonables para atender a una crisis, pueden ser insuficientes para responder a una doble depresión.

Por eso, los allegados a los ministros Kulfas y Guzmán hablan de un “New Deal» a la criolla. O sea: recrear un programa con inspiración neokeynesiana que conjugue financiamiento a la inversión y al consumo, moratoria ampliada, continuidad de medidas de contención social como el IFE y un gran plan de obra pública, con la mirada puesta reactivar la producción y el consumo, mejorar la infraestructura e incrementar las exportaciones, donde la minería tiene un lugar central. 

“Entendemos que hay toda una evolución en cómo se ha ido tratando la minería en Catamarca, hoy en día la minería le deja mucho más de lo que dejaba años atrás”, había señalado el joven –aunque casi calvo– ministro, discípulo del premio Nobel de Economía, Joseph Stieglitz, quizás el neokeynesiano más famoso.

… Y la Provincia? 

Muy bien. Hasta acá, pura teoría, lecciones históricas y comparaciones no siempre bien aplicada entre naciones, contextos políticos  y coyunturas económicas diferentes.  ¿Pero cómo se bajan esas ideas al mundo real? ¿Cómo toman carnadura en los territorios? ¿Cómo sacan de la pobreza a tanta gente desesperada?  Estos interrogantes implican grandes desafíos para los gobiernos Nacional y Provincial, pero también grandes oportunidades. 

“Cuando todo se cae, lo único que queda es el Estado que puede poner en marcha la rueda de la economía”, dijo, hace algún tiempo, el ministro Gabriel Katopodis en su última visita a Catamarca. Una frase que resume el espíritu del plan de Alberto, cuyo objetivo primordial es alcanzar una nueva normalidad que no sea tan hostil tanto para la salud, como para los bolsillos de los argentinos. Un plan en el que la obra pública y la minería tienen un rol central.

Se sabe que un programa de obra pública bien dirigido y ejecutado, puede ser la piedra basal de la tan ansiada reconstrucción, porque permite generar una rápida reactivación, desarrollando infraestructura y creando empleo, vital para estimular el consumo. 

No obstante, para que ese plan sea realmente virtuoso, debe estar bien diseñado y ejecutado en dos grandes líneas. Por una lado, el control y la trasparencia en los procesos de licitación, adjudicación y ejecución de las obras. Ya se sabe, lo que cuenta 10  dólares debe terminar constando 10 y no 20 o 40 dólares. Se debe poner fin, de una vez y para siempre, los problemas endémicos de corrupción y el halo de sospecha que siempre giran en torno a la obra pública.   

Y, por otro lado, debe tener una mirada auténticamente federal, regional y local. Y no sólo en lo que respecta la asignación de obras a las diferentes provincias y localidades. También se debe priorizar la contratación de empresas, profesionales, trabajadores y proveedores locales. Porque son ellos quienes conocen, invierten, trabajan, consumen y viven en ese medio.

En este contexto, resulta alentadora al reunión entre las autoridades de YMAD –con su presidente Fernando Jalil a la cabeza– con los representantes de la Federación Económica de Catamarca y la Cámara de Servicios Mineros (CASEMICA) para plantear alternativas que potencien a la actividad minera en la economía doméstica, como la capacitación en diferentes rubros para el desarrollo de proveedores locales, cuyas actividades luego impacten en el desarrollo económico de la provincia.

Debe ser compromiso de todos generar las condiciones para que esos trabajadores calificados puedan seguir creciendo y se arraiguen definitivamente en Catamarca. Que las empresas locales no sólo sobrevivan. Que sean cada vez más sólidas, competitivas e innovadoras para poder dar pelea con éxito en el sector privado. Porque solo así podrán garantizar su permanencia, la búsqueda de excelencia, la mejora continua y la generación de más trabajo genuino y de calidad para los catamarqueños. 

Keynesianos, sí. Pero también catamarqueños, con poncho y ‘arsshastrando’ las ‘ersshes’.